sábado, 17 de enero de 2009

a song for our sons

1988. noviembre. una pareja felizmente casada con un hijo a estrenar, y recién llegada del hospital.
la casa iba tomando el color y olor del hogar, a medida que los dos se iban amoldando a los cambios de la vida en pareja y bebé.
ella, después de una cesarea, estaba recluida a la cama y al cuidado del niño.
él, torpe de siempre e irremediablemente enamorado, intentaba ocuparse de todo y hacer que las cosas marchen lo mejor posible.
un día, la quiso sorprender y se demoró hasta tarde en la cocina, hasta tarde y después. ella lo esperaba en la cama con el bebé, pero él no llegaba, y cuando no quedó otra que llamarlo, el respondió que ya iba, que ahí va. y se recostaba en la limitada capacidad de movimiento de ella para sacar el máximo provecho a los ritos de la sorpresa y el amor desinteresado. y así fue que al próximo llamado tuvo que asistir:

g. acá estoy gorda, qué pasó?
a. qué estabas haciendo?
g. ah, mirá estoy limpiando la asadera y las ollas, estaban re engrasadas... negras! y mirá cómo la estoy dejando.

el amor hizo que mi papá, que nunca había visto una, lije la asadera de teflón con una virulana, pensando que el color negro era por suciedad.
mi mamá, que por suerte sabe apreciar estas cosas inexplicables e irreprochables del romance, todavía dice "no sabés lo que fue ver a tu papá con la Essen a medio lijar para sorprenderme" con sonrisa de boba.

1 comentario:

Anónimo dijo...

victoria has always been a fan of matutito's post...

... and still is