viernes, 30 de julio de 2010

conversaciones en pijama, y por celular, a la hora en que se pone el sol

ahora que lo pienso es todo un poco divertido y estoy seguro de que, si pudiera volver el tiempo atrás, lo haría de nuevo.
estábamos con santi, que se llamaba santiago y quería que todo el mundo le diga "san". "tócala de nuevo, san" decía y se reía. era insoportable cuando tenía la guitarra y alguna copa de más.
bueno, como sea, san y yo ibamos a caballo, brown y curupa, un par de sabandijas que nos ahorraban las corridas. era una tarde del verano más caluroso de la década, el cielo quemaba naranja y nosotros íbamos a robar un banco con las viejas colt. de acordarme ya se me pone la piel de gallina.
cabalgábamos tranquilos entre almacenes, tabernas y el patio de la escuela. san (lo voy a llamar así) estaba empecinado en contar chistes malos ese día, los hacía rápido y se reía inmediatamente cuando terminaba. y se fumaba su puchito, decía que un día íban a contar historias de cómo se los dejaba en la comisura de los labios y respondía con bocanadas de humo, sin hablar.
cuando estábamos adentrándonos en la larga sombra del banco, que se estiraba, brown y curupa aminoraron la marcha seguros de que el sheriff estaba ocupándose con el parde sobre quiénsabequé en el burdel. ahora me acuerdo que era viernes.
como sea, desmontamos y entramos seguros. nada de gritos, mucho profesionalismo: no eramos jesse james ni younger, pero teníamos nuestro estilo. para esa época yo había puesto de moda una frase: "manos en alto que esto es un asalto", tenía cierta rima y san siempre se tentaba cuando todos levantaban las manos como si bailaran, siempre hacía una musiquita para acompañar. generalmente lo odiaba, pero esa vez hasta yo me reí.
mientras cerraba las puertas del frente san cerraba ventanas y reclutaba a todos detrás del mostrador mientras elogiaba a su cajera favorita, malena. "la más buscada de todo el oeste" siempre decía san. "viva o muerta?" le preguntaba yo. "te lo digo: viva o muerta. cien mil duros" me respondía. qué picante.
vaciamos la caja grande y el caballero de san le dejó propina a malena. cantábamos una canción de ganado y cosecha que no entendíamos, todo estaba listo para irnos cuando un rehén empezó con el acompañamiento musical. y, precisamente ése, fue el quiebre. yo seguí cantando, san se hizo de unos tachos y nuestro amigo guitarreó al compás. al rato todos bailaban y el robo se dilataba, ya entraba la noche y todos la estábamos pasando tan bien que decidí olvidarme de la huída. busqué las provisiones que teníamos esperando afuera y cociné bazofia para todos.
al alba san dormía con malena y yo perdía el botín a las cartas con mis nuevos amigos.
no hay sol más brillante y fresco que el de un sábado por la mañana, tal es así que se coló por todos los agujeros para recordarnos a todos que no habíamos ido a casa.
rápidamente reparé en nuestro error y busqué mi colt, fiel compañera. asi que se la pedí a diego, que me la había pedido durante la noche para el tiro al blanco que habíamos improvisado.
las puertas se abrieron de par en par, el sheriff, las familias y un sábado por la mañana. me escondí y desenfundé. san, entre sueños, pidió un poco de privacidad porque "le quería pegar un buen revolcón a malena antes de irse" (me lo acuerdo perfecto). el sheriff lo reconoció y se cobró venganza de nuestras fechorías a fuerza de tres balazos.
nunca le perdoné que me lo haya robado así. no porque estaba dormido, sino que por haberlo privado de el revolcón con malena. élla se despertó y lloró más que nadie.
también fueron tres balazos los que le devolví, no porque fueran suficientes, sino porque diego se había gastado todas las balas.
nadie lloró al justo sheriff, a nadie le importaron las familias que los reclamaban y que huyeron del olor a pólvora. todos lloramos a san hasta pasado el mediodía.
que me vaya, me decían. no podía. nunca me había sentido más gusto en un lugar. sabía que venían por mi, sabía que éramos los ladrones de los carteles y que nuestras cabezas cotizaban bien en el mercado del bien. pero tampoco me importó. besé a malena en la frente, me hice de balas, tomé la colt de san y caminé léntamente hasta curupa. me acuerdo que ni siquiera monté. recorrí todo el pueblo cantando en procesión mientras el cielo se prendía fuego. para la noche ya era el hombre más buscado del condado.
ya perdí la cuenta del tiempo que llevo vagando. ni siquiera me sale el bigote o la barba como para sentir (con estilo) el peso de la eternidad.
no hay día que no extrañe a diego, a juan, a malena y a san. a tito y a pepa. a brown. la adrenalina del robo desdibujada por las canciones y el fogón. la comida de mierda y los nervios.
aunque ahora que lo pienso hay algo de lo que me arrepiento: de no haberme quedado más tiempo o, al menos, el suficiente para perder todo el botín a las cartas. porque con gente así, daba gusto hasta perder.-

1 comentario:

Anónimo dijo...

sos luz hermano. te quiero tanto!