en el barrio Villa Argentina, al otro lado de la via, unas cuantas cuadras y para adentro, lejos del asfalto, pasando el "mejorado", ya es de tierra y demasiado calor, de cemento sin pintura, o cemento despintado. sin rejas ni horarios, ya hay que saber cuidarse solo y tambien velar porque la pelota no se vaya a la zanja.
por ahi pasa el 500, el 8, la L levantando polvaredas de desierto en tierra de valientes, donde la tardecita es prohibida, la mañana fantasmal y las noches de un terror neorrealista.
a toda hora camisetas, muchas de aca, muchas de afuera, la pica en los ojos o ya desaparecida por el barrio o por la amistad que acompaña alguna puteada.
a la hora que cantan todos los equipos de musica cumbias nuevas, tradicionales y clasicas, se cuela algun rock nacional y los trapos hacen a la vez de estandarte y cortina, mientras los chicos aprovechan la sombra, los mas chicos para jugar, los otros para ser guapos y parar con la vagancia.
en una esquina bien parada, un taxi, dos autos, una camioneta, y gente hasta en la verda de enfrente. una mesa en la calle, llena de botellas vacías, de birra y bajo presupuesto, y medioschoripanes olvidados o aburridos. gente por todos lados y de todos los ámbitos.
las puertas abiertas de par en par y a contramúsica entramos.
una banda de 2 guitarras, 1 bandoneón (o acordeón), no se cuanta gente en poco espacio, pero todos cantantes, y sobre todo bailarines.
en ese mar de música y sudor nos abrimos paso entre botellas de birra que sostenian a personas paradas de a pares y llegamos adentro, a lo de Cris, que me cuida desde toda la vida y sus ochos de enero no solo desarma el arbolito, sino que ofrece la gran bacanal del gauchito gil en el kilómetro 26. con asado y bebida libre todo el día, para todos los que quieran, sean conocidos o desconocidos, amigos o enemigos, porque así funciona, y las distancias solo sirven para acrecentar la nueva amistad y los lazos que se sellan con una cintita que hace juego con las velas rojas del altarcito.
Cristina, todo con sus brazos, sus pulmones y bolsillos, dos dias antes empieza y dos días después termina, todo por un día de fiesta y de agradecimiento al gauchito por un buen año y por otro mejor.
yo no entendía, no me daba cuenta, creía que la fé era otra cosa, pero en el momento más escéptico de mi vida (y eso que tengo 20) y en un mundo entre lo ateo y lo indolente, me dí cuenta que tener fé no es para nada difícil y que ser agradecido oscila entre la hazaña y la locura. esa es la fé de antes, sin prejuicios, la devoción, y lo que llena la cancha todos los fines de semana.-